Cartagena – Verano 2019
Reconozco que en mis viajes a menudo echo de menos el olor a mar y salitre. Siempre que la travesía me lo permite, desvío mi camino para visitar el mar. Esta vez no podía ser distinto.
Cartagena, metrópolis milenaria y cuna de ancestrales pueblos marineros, comerciantes y militares. Nada más llegar a la ciudad, decidí ir al encuentro con el mar y contagiarme de su sal y del olor de la brisa que atravesaba el azul Mediterráneo.
En el puerto, descubrí un edificio cuyo perfil geométrico dibujaba el cielo con precisión quirúrgica: el Auditorio de El Batel.
Volúmenes geométricos de piel ondulada que se asomaban silenciosos al mar. Finos capilares anaranjados y amarillos destacaban en su pálida fachada dibujando el paisaje circundante.
En su interior, dos grandes salas destacaban como dos grandes corazones que bombeaban actividad cultural de forma constante: la sala azul y la sala naranja.
La luz del sol se colaba por sus fachadas translúcidas tiñiendo su atmósfera interior de color y configurando un ambiente mágico.
De la geometría, el color y la singularidad de este edificio nació la colección Batel, unas joyas tan geométricas, coloridas, singulares y elegantes como el edificio que las inspira.