COLECCIÓN CARMEN TERESA

Torremolinos, verano del 2022

Una mañana de verano, me desperté temprano, cuando el Sol aún permanecía pegado al lecho de horizonte.

Aprecié con mis ojos aún dormidos que la atmósfera de aquella mañana era misteriosamente limpia y cálida, incluso a esa hora del alba aún sin estrenar. Cogí la mochila y reemprendí mi viaje hacia el Sur.

Llevaba tiempo queriendo visitar un lugar del que había oído hablar a otros viajeros experimentados en las rutas más bellas de Andalucía.

Un lugar, un hotel. Un edificio racionalista rodeado de un frondoso y cuidado jardín poblado de plantas trepadoras, jazmines y macetas de terracota rebosantes de geranios, vincas y petunias; un remanso de paz cuidado con esmero por una pequeña familia durante generaciones.

Visitarlo en persona no hizo más que intensificar la belleza de un lugar que solo de oídas se me antojó un paraíso en la tierra.

Un bloque residencial organizado en bandejas horizontales asomaba respetuoso por la transitada calle acompañado de palmeras de largas cabelleras y cuerpos ondeantes. A su lado, un jardín formado por tapices verde esmeralda y decenas de tiestos de barro y flores ofrecían una escena dedicada a la contemplación de la belleza. Detrás de ellos, una lámina de agua azulada en la que jugaban y nadaban los afortunados huéspedes. Llegué por fin al lugar indicado. La calma de las composiciones equilibradas, la belleza vibrante de la naturaleza, el abrazo líquido de la lámina de agua turquesa.

Así nació la colección Carmen Teresa.