Cartagena, ciudad portuaria y milenaria. Cada vez que vengo a esta ciudad me embriaga el ambiente marino impregnado de culturas que dejaron una huella imborrable en la ciudad.
Sentada en un banco frente al puerto, en el horizonte se atisban gigantescos barcos con las tripas repletas de turistas y mercancías exóticas. Pronto llegarán a tierra para visitar rápidos y curiosos esta ciudad.
En el puerto, la superficie del agua desdibuja las siluetas de los barcos de vela que allí fondean perfilando trazos discontinuos de gran belleza. Cuesta apartar la vista de ese lienzo mutante hipnótico. Finalmente lo consigo y me dirijo paseando al Museo Romano.
La sensación al acceder a la tribuna por el cuarto nivel es difícil de describir en palabras. Gradas semicirculares organizan la cavea que se adapta al desnivel del terreno de forma grácil y escalonada para permitir las mejores vistas del espectáculo.
Frente a ella, la scena se eleva frente a la orchestra flanqueada en los laterales por algunos pórticos que han resistido al paso del tiempo y se yerguen orgullosos bajo la vigilante miradas de las gaviotas.
Estos elementos han sido recogidos e integrados en las piezas de la colección ROMANO.